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David Torres

“DESDE LA ESCALERA”

Primera Exposición Individual del fotógrafo segorbino a la que tuve el honor de acompañar con textos. Realizada en el mítico Restaurante Ambigú de la capital del Palancia, regentado por Fernando Herrero y su esposa Eva, contando con la ayuda para el montaje de Miguel Vicent.


“Encabezando la manada con su montura, marchamos. Por la principal arteria de la ciudad, marchamos. Galopando entre el gentío, mirando a nuestro alrededor. Sintiendo una vez más el escalofrío en nuestra piel y la responsabilidad de nuestro cometido. El ganado es imprevisible, las caballerías asustadizas y la marea humana se agolpa apenas ofreciendo un pequeño callejón de escape a la bravura.”

“Siete días… sólo son siete días. El viento del verano sopla desde poniente. El calor es sofocante y las gargantas se secan por el miedo, el desasosiego, por la emoción. No hay barreras, no hay cauces. Las bestias han salido altivas por los ojos del acueducto cual estrecho desfiladero. Y los jinetes las encauzan. No hay temor. La percepción de las cosas se detiene a cada zancada. La respiración se vuelve pesada. La arena bajo sus pies truena en la carrera.”

“Los centauros repiten una vez más el milenario rito, conduciendo a las arboladuras de pitones salvajes por el descenso urbanizado. Los toros se acercan… provocados por el bullicio de un público que levanta sus garrotes, haciendo vibrar corazones y almas con sus voces. Todos los presentes se atreven a imprecar sobre la trama de la calle. El espacio en todos los lugares prohibido para el hombre es aquí traspasado por todos como por blasfemia. Valentía, arrojo… locura.”

“Ansiosos por combatir en un corto camino de poco más de dos estadios, es un asalto entablado a mediodía, sobre la antigua calzada de ancianos tránsitos rodeada de construcciones altivas. Desde la lejanía, jaleada por gritos desgarrados, se abre y cierra la marea como flujo de arroyo que envuelve a un barco en la corriente de unos rápidos. La danza guerrera de unas falanges apelotonadas que se dirigen inconscientes hacia la deriva, hacia la misma boca del infierno de Dante.”

“Naturaleza desbocada. El legendario Teseo alza su verga sobre el minotauro del laberinto de Colón, tejido por el mismo Dédalo con el tacto prodigioso de sus dedos. La persecución fluye alocada por la misma costura entrelazada del mítico hilo del ovillo de Adriadna sobre el que los valientes retornarán a su querencia. Los astados nos ponen a prueba y nosotros usamos nuestra destreza contra la furia y la cólera del animal mitológico.  Gloriosa detención del instante, simplemente gloriosa.”

“La batalla es tan rápida como peligrosa. No todo es danza épica en la ofensiva. El caballero cae dejando su trotón huérfano y su lomo encallecido al aire. Sus hermanos aprietan las manos en torno a las riendas de cuero. La horda permanece impasible cual carga de la brigada ligera en Balaclava. Todos fundidos e indivisibles. Empujando, avanzando, codo con codo. Sin tiempo para recuperar el aliento. Sin momento para la calma. Hacemos aquello para lo que nos hemos entrenado.”

“Las airadas mesnadas aplican la maniobra envolvente. Sus tropas exclaman cantos de guerra de arrogantes inmortales. El cansancio no hace mella. Han caído en la trampa y ya son nuestros. La muchedumbre descansa protegida. Las hordas gimen de esperanza. ¡Podemos vencer! –gritan al unísono. Los caballos fustigados inclinan sus cabezas recostando sus barbillas sobre sus pechos. Y respiran libres de rasguños al acercarse al estrecho del callejón. Será la última curva de la embestida.”

“¡Hermanos! ¿Cómo podemos fallar ante un enemigo tan noble y bien armado? Nuestras mandíbulas prietas auguran el final de la avanzadilla. La hazaña no sabe de retirada ni rendición. Que todos los cronistas narren la ofensiva con el talento de sus plumas. Mientras la escena se interrumpe en el aire, uno de ellos reconoce el paso angosto por debajo de la visera de su sombrero. Astutamente aprecia la jugada. El engaño de Ulises ha servido para adentrar en la ciudad el caballo de Troya y engañar al animal embravecido.”

David Montolío